sábado, 20 de febrero de 2010

Lobo, lobo ¿estás ahí?


En este país ocurren cada día los sucesos más indignantes y absurdos. Nuestra ciudad no es la excepción, pareciera que la locura va en incremento. Basten como ejemplo estos sanguinarios botones: dos hombres drogados asesinan a sus madres, uno para robarla y el otro para violarla; otro hombre paga 20 mil pesos a un par de individuos para que torturen a su novia (una estudiante universitaria), la asfixien con las agujetas de sus propios tenis y la entierren en una brecha; un joven de dieciocho contrata a diez compañeros de su preparatoria para matar a su padre, les promete que al cobrar la herencia los recompensará con 10 mil pesos a cada uno.

Como si no nos bastara la violencia del crimen organizado y de los criminales en solitario, también el infortunio, que, como diría la narradora española Rosa Montero en su novela El corazón del tártaro: “siempre se acerca con callados e insidiosos pies de trapo”, gusta hacer de las suyas por estos lares. Los hechos: un tráiler da vuelta y con la caja golpea la losa de concreto que sirve de techo en un paradero de autobús, una mujer que esperaba su transporte (una maestra de veintiséis años) sufre fracturas en ambas piernas y está en riesgo de perder una de estas extremidades.

Podríamos añadir todos los casos de personas que deciden quitarse la vida (trabajo en una hemeroteca y puedo afirmar que cada semana hay por lo menos dos suicidios en la localidad) por los motivos ya sabidos hasta el cansancio: difícil situación económica, estrés, decepción amorosa, desempleo, etcétera.

Al desalentador panorama local y nacional, habrá que sumar el oprobio por la impunidad de la que gozan algunos sujetos gracias a su nefanda investidura. Los hechos: en días pasados quedó en libertad el sacerdote pornógrafo Rafael Muñiz, párroco de la Iglesia de San Pablo Apóstol, en Xalapa, Veracruz, quien fuera detenido el 17 de junio del 2009. Al sujeto en cuestión se le imputó su participación como distribuidor de material pornográfico infantil de una ciberred internacional. Tanto en su computadora personal, como en su parroquia se encontró material y evidencia de su delito.

¿Por qué salió libre un pornógrafo cuando se encontró flagrante evidencia en su poder? ¿Quizá porque su defensa fue comandada por el Obispo de la Inmaculada, Xalapa, Hipólito Reyes Larios? ¿Quizá porque el propio Rafael Muñiz, mejor conocido como el “Lobo Siberiano” declaró como parte de su defensa “soy un ser humano, soy heterosexual y la carne es débil, ése es el precio que tiene uno que pagar por ser guapo”?

Me pregunto con qué calidad moral Norberto Rivera y todo su farisaico séquito de conservadores y moralistas se atreven a externar su preocupación por el bienestar de los niños que pudieran ser adoptados o procreados dentro de un matrimonio homosexual. Me pregunto dónde están esos enérgicos defensores de los infantes. Qué acciones emprenderán para combatir a este “Lobo Siberiano” que, como tantos otros curas pederastas, regresa feliz y triunfante a su parroquia, a ser cobijado por el contubernio y a seguir abusando de los niños. Seguramente ninguna. Ah, cuánta razón tenía Hobbes.

lunes, 15 de febrero de 2010

¿Quién matará al comendador?



“¡Vive Dios, que he de trazar


que solas mujeres cobren


la honra de estos tiranos,


la sangre de estos traidores,


y que os han de tirar piedras,


hilanderas, maricones,


amujerados, cobardes…”


Fuente Ovejuna, Lope de Vega.



“¿No se ven aquí los golpes de la sangre y las señales?”. En el centro del escenario [tiza, acordeón, almenas] una mujer clama justicia, increpa a un pueblo entero su cobardía frente al tirano, lo ignominioso de su inercia, lo indigno de su balar sumiso [de eso se trata todo esto: de hacer patente la omisión, la alevosía, el oprobio]. Habría que sublevarse dice / propone / exige. Interrumpir el discurso. Eso, la mujer nos provoca a irrumpir, a develar, a rasgar un discurso: un sobre vacío: una máscara: una penumbra. ¿Acaso son ciegos todos aquí? ¿Acaso sordos, mudos, tullidos? “¿Vosotros sois hombres nobles? ¿Vosotros padres y deudos? ¿Vosotros, que no se os rompen las entrañas de dolor, de verme en tantos dolores?”



“No diga por supuesto, haga algo pero ya”. En el centro del escenario [micrófonos, flashes, sala de prensa: sala de espera] Otra mujer clama justicia, increpa a un mandatario su ineptitud frente al crimen, lo equívoco de su estrategia, lo falaz de sus excusas [de eso se trata todo esto: de hacer patente la omisión, la alevosía, el oprobio]. Habría que sublevarse dice / propone / exige. Romper con la formalidad del discurso. Eso, la mujer nos provoca a interrumpir, a develar, a rasgar un discurso: palabrería vacía: máscara: penumbra. “Señor presidente si usted hubiera perdido a sus dos hijos como los perdí yo, le aseguro que movería mar y tierra para dar con los asesinos… así hágale con mis hijos por favor”.



La primera mujer es Laurencia, el personaje de Lope de Vega. La segunda mujer es Luz María Dávila, madre de Marcos y José Luis Piña Dávila de 19 y 17 años de edad, muertos en la masacre del 30 de enero en Ciudad Juárez. La primera y la Segunda alzan la voz en busca de saldar afrentas. La primera encontró eco en la justa, en la presta furia de la turba de Fuente Ovejuna. La Segunda escuchó aplausos, fue situada bajo la fatua luz de los reflectores. La Segunda espera. La Segunda es letanía [“hilanderas, maricones, amujerados, cobardes”]. Retahíla. La Segunda es también personaje. Ficción.



De ahí la pertinencia. De los tiempos estos que vivimos. Pienso en Marina Abramovic y su provocación al espectador. A la acción del espectador. En ese interpelar y hacer partícipe. Pienso en el propositivo montaje que de Fuente Ovejuna presentó Sandra Muñoz. “Ovejas sois”. Esa frase al salir del teatro. La imagen de la luz que desciende sobre los cuerpos de un pueblo que deletrea los bordes del hastío, que traza una cartografía del temor a la ira, del silencio al estruendo, del ultraje a la lucidez. La imagen de un pueblo que murmura y acorrala al tirano. Que despierta y se redime.



Pienso en eso, en la vigencia de Fuente Ovejuna, en el acierto de Sandra en la elección y dirección de este texto [su propuesta estética: esa cierta frescura que en el rigor se sustenta, esa fractalidad coreográfica, sí, evoco un bisturí, una caja musical, un metrónomo].



Pienso en Laurencia y en Luz María. Sí. En la ficción.




domingo, 7 de febrero de 2010

Una celeste ingenuidad



La mayor parte de mi educación la he realizado becada. Estoy acostumbrada a llenar formatos, sacar innumerables copias y hacer envíos. Estoy familiarizada con recibir respuestas negativas y no cejar en mi empeño hasta conseguir mis objetivos.

Comencé a pedir becas para realizar proyectos de escritura desde hace cinco años. En 2006-2007 me otorgaron la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. La obtuve la segunda vez que la solicité, pero debo decir que sé de escritores que tenían ocho años pidiéndola y no fue sino hasta su noveno o décimo intento que la obtuvieron.

Hace un par de semanas me enteré de que estaré por primera vez, y luego de cuatro solicitudes, becada por el Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico en su emisión 2010.

Me congratula la idea de que existan estos estímulos y desde luego me agrada más el hecho de ser merecedora de los mismos. Sin embargo la emoción y el agrado no me ciega. Aunque por una parte me consta (dado que he recibido becas y premios sin tener que recurrir a ninguna clase de “palanca” o “ayuda” que implique clandestinaje o corrupción) que algunos premios y becas son honestos, también sé de casos en los que los resultados se prestan francamente a la sospecha.

Jurados que conocen previamente los trabajos ganadores o que mantienen una relación laboral con los escritores premiados y no se abstienen de emitir su opinión en la deliberación; concursantes que averiguan quiénes serán los jurados y los contactan para abierta y descaradamente pedirle al escritor en cuestión que les entregue dicho estímulo; jurados que por rencillas previas o diferencias en sus filiaciones deciden vetar a tal o cual postulante; concursantes que inscriben proyectos que ya tienen realizados a convocatorias de becas que piden específicamente trabajos inéditos. La lista podría seguir, podría llenarse de nombres reales, pero no tiene caso.

Porque tengo un mediano conocimiento de todas estas situaciones es que me asombra la ingenuidad de los juicios que hace Celeste Alba Iris en su columna titulada “Ganamos la beca”. ¿Existe mano negra en la entrega de algunas becas y premios? La respuesta es sí mi querida Celeste. Pensar lo contrario, pensar que todo premio o beca es y ha sido impoluto, es de una inocencia que raya en lo infantil. Ya me gustaría que todos los jurados y postulantes fueran personas íntegras, pero lamento ser yo quien te diga que Santa Claus no existe y que toda institución es corruptible.

Celeste también afirma que quienes sospechan o cuestionan sobre los resultados de los programas de becas son personas resentidas o frustradas. No me considero lo uno ni lo otro. He sido beneficiada por diferentes programas, sé cuáles son las reglas y las excepciones del juego. Tengo los pies en la tierra y sé que el mundo de la cultura y las artes, por más etéreo y sublime que pudiera resultar para algunos, es igual de competitivo y pragmático que otros ámbitos. No nos queramos engañar Celeste, no ganamos cuando las becas se otorgan a personas que sólo las quieren para incrementar su currículum, que sólo las desean por el estatus que les confieren. No ganamos cuando las becas se asignan a proyectos mediocres ataviados con el engañoso ropaje de las apariencias y las pretensiones. Y en definitiva, no ganamos cuando los recursos son disfrutados por personas que no lo merecen.

martes, 2 de febrero de 2010

Epicentros



La penumbra de una sala solitaria siempre me recuerda mi infancia. Un sillón. El reflejo ambarino de algún foco lejano y en la consola el sonido de la radio. La voz de algún locutor de la ciudad de México. En el 84 yo tenía 6 años y vivía en la ciudad de Querétaro. La grabación que escucho es el eco de un discurso interrumpido. La voz de Rockdrigo llega subrepticia, prístina en su fluir de imposibilidad, se trata de una entrevista de radio mexiquense, se trata de la primera vez que lo oigo hablar, que tengo la posibilidad de conversar con él a pesar de la distancia. Lo escucho, y discrepo y converjo. Habla el compositor de los farsantes del canto nuevo: hoy, dice el profeta del nopal, cualquiera con una guitarra pretende, aparenta un decir panfletario.

Pero el decir de las palabras de Rockdrigo no es simulacro, es revelación que avanza en sentido opuesto al derrotero de las máscaras: ¿por qué los dioses no dejan de pensar sólo en sí mismos sin importarles que el mundo se pierda entre mil abismos? Los escritos de Rockdrigo son textos de desnudez, no porque en ellos necesariamente se aborde el cuerpo desprovisto de sus vestiduras, sino más bien, porque en ellos el ser, el auténtico rostro de las cosas, nos es develado como una continua búsqueda de esclarecimiento. La crítica social, moral, ética y filosófica se filtra entre sus líneas irónicas y beligerantes. El escepticismo y el idealismo se amalgaman una mixtura humanista, que se decanta por lo real, por lo que existe.

La epistemología literaria de Rockdrigo supone que la verdad existe, pero es inapresable. La verdad se diluye bajo las sombras en nuestro afán cosificador y consumista, se disgrega entre el orden “de lo mecánico y lo muerto”, se bifurca en la dicotomía del ser y el tener. No en balde, en calderoniana reminiscencia afirma “que la vida es un sueño”: el sueño amortizado de los que deciden dormir en lugar de vivir, en lugar de despertar al enfrentamiento con el azogue de una realidad que amedrenta.

A mí me gusta su calculado desparpajo, su preocupada despreocupación, la seriedad de sus juegos de lenguaje, la conmiseración de su sarcasmo. Me gusta que se burle de la pretensión intelectual, que diga que él quiere “ser veleta y estrenar tarjeta”, en suma, que le importa “un pito querer ser poeta”. Me gusta porque muy pocos lo dirían, muy pocos lo han dicho con acierto, con honestidad. Supongo que por eso pienso en Bukowski. he querido concluir esta columna con un poema donde el poeta norteamericano le dice al tampiqueño: los muertos no necesitan / aspirina o / tristeza / supongo / pero quizás necesitan / lluvia / zapatos no / pero un lugar donde / caminar /cigarrillos no / nos dicen / pero un lugar donde / arder. / O nos dicen: / Espacio y un lugar para / volar, / da / igual / los muertos no / me / necesitan / ni los / vivos.