“Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a la abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adónde se dirigía. –A la casa de mi abuela– le contestó. –¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres? –El camino de las agujas. El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó a la puerta. –Entra, hijita. –¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche. –Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena. La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; y mientras lo hacía, un gatito dijo: –¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela! Después el lobo le dijo: –Desvístete y métete en la cama conmigo. –¿Dónde pongo mi delantal? –Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás. Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacia la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba: –Tírala al fuego; nunca más la necesitarás. Cuando la niña se metió en la cama, preguntó: –Abuela, ¿por qué estás tan peluda? –Para calentarme mejor, hijita. –Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes? –Para poder cargar mejor la leña, hijita. –Abuela, ¿por qué tienes las uñas tan grandes? –Para rascarme mejor, hijita. –Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes? –Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió”.
En su libro “La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa”, Robert Darnton nos ofrece ésta y otras versiones poco conocidas de algunos de los cuentos infantiles clásicos. Extraída del libro “Le conte populaire francais” (1976), de Paul Delarue y Marie-Louise Tenéze, Darnton afirma que la aquí transcrita es la versión original del cuento de Caperucita Roja que, palabras más palabras menos, se “relataba junto a las chimeneas en las cabañas de los campesinos, durante las largas noches invernales en la Francia del siglo XVIII.”
La difundida versión de los hermanos Grimm, por su parte, tendría su fuente primordial (junto con “El gato con botas” y “Barba azul”) en la alemana Jeannette Hassenpflug, una vecina y amiga que a su vez había escuchado los cuentos en boca de su madre, una hugonota francesa. Resulta importante acotar que la versión de los hugonotes (quienes llegaron a Alemania tras la persecución de Luis XIV de que fueron objeto) no provenía de la tradición oral popular, sino de los escritos de Charles Perrault, quien, si bien “había tomado su material de la tradición oral de la gente común (su fuente principal probablemente fue la niñera de su hijo)”, había también retocado las versiones originales para añadirles un cierto refinamiento a gusto de los cortesanos y los salones. Así, sería la propia Jeannete Hassenpflug, quien introduciría el final feliz a la historia de Caperucita Roja, basándose a su vez en otra historia: “El lobo y los niños”.
Es ésa, la de los Grimm y Perrault y Hassenpflug, la maquillada versión que se cuenta a los niños hoy en día. Pero es ésta, la aquí transcrita, la torva versión original de Caperucita Roja, la que se queda en mis pesadillas.
2 comentarios:
esa historia no es la verdadera'
Y cuál es la verdadera VERDADERA entonces?
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