lunes, 25 de enero de 2010

Gordita pero feliz


Hace casi 3 años llegué a pesar 90 g. Aquí un ejemplo de mi ingesta calórica en aquella época: a) desayuno: 6 a ocho 8 tacos, 1 pieza de pan, pastelillo o paquete de galletas, refresco u otra bebida endulzada y café; b) comida: abundantes porciones de grasosos alimentos acompañados de 4 o 5 tortillas y gaseosas; c) cena: 2 rollos de sushi empanizado y media orden de arroz o una torta de cecina y 3 o 4 tacos. Amén de los chocolates, nieves, papitas, trolelotes y demás chucherías de “botana” entre comidas. Es evidente que eran muchas más calorías de las que mi cuerpo requería para su buen funcionamiento.

Quienes hemos sido gordos sabemos de la dificultad para encontrar ropa de nuestra talla. Ir de compras se vuelve una actividad frustrante y desalentadora. No hay cosa más triste que tener dinero para comprar la ropa que uno desee, pero no encontrar alguna en la que quepa nuestra rolliza humanidad.

Quienes hemos sido gordos sabemos de la incomodidad para acomodarnos en espacios pequeños. A la gente suele desagradarle compartir con un gordo el asiento en el carro de ruta o en el autobús y uno suele batallar para ajustarse a las medidas de los mesabancos y las sillas pequeñas.

Quienes hemos sido gordos sabemos que bajar de peso no es tarea sencilla. Uno intenta una dieta y otra sin resultado, sin convicción verdadera. Aguantamos 2 o 3 días y terminamos fracasando con una recaída estrepitosa que incluye atracones de fritangas y comida chatarra.

Quienes hemos sido gordos, sabemos que la vida es otra si se trae consigo, amalgamado al cuerpo, un costal de 25 kg. de cemento.

En días pasados nuestro secretario de salud anunció que México ocupa el 2º lugar mundial en obesidad: el 52% de los mexicanos sufren sobrepeso, obesidad u obesidad mórbida. Señaló también la relación directa entre esta enfermedad y los padecimientos renales, cardiovasculares y cancerígenos. Lo que nos muestra este índice es que el precio del estilo de vida del mexicano promedio, en cuanto a hábitos alimenticios se refiere, está generando altas facturas en materia de salud pública.

El mensaje del Dr. Miguel Ángel Córdova es claro. No es que a la secretaría a su cargo le importe el bienestar de los mexicanos, lo que les preocupa en realidad es cuánto está costándole al país la atención médica de los miles y miles de derechohabientes cuyos malestares se ven agudizados y complicados por dicha condición.

Para ser franca ignoro cuáles sean las medidas que la Secretaría de Salud piense implementar para combatir esta ya así llamada epidemia. Lo que sí creo es que cada quien es responsable de su propio cuerpo y que si uno mismo no se hace cargo con seriedad del asunto, nadie más lo hará. En el peor de los casos las demás personas a nuestro alrededor llegan a veces a representar trabas o excusas para postergar el cuidado de nuestro peso. Gran parte de la población mexicana suele relacionar la gordura con la felicidad, así que no faltará quien argumente que es “gordito, pero feliz”. Gente que nos diga “nunca cambies, si la gente te quiere debe aceptarte como eres”.

Yo por mi parte puedo decir que la gordura jamás añadió en modo alguno un ingrediente extra de felicidad a mi vida, sino todo lo contrario. Es por ello que a ese respecto no hay nada que me haga más feliz que saber que después de haber perdido casi 30 kg., he dejado de formar parte de tan vergonzante récord.

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