domingo, 14 de junio de 2009

Instrucciones para salvar el mundo



Que el mundo puede ser un lugar oscuro, solitario y atroz, y que los seres humanos podemos ser ruines, crueles e irresponsables, lo prueban los noticieros y periódicos día con día. Basta ver la nota roja de los diarios locales para saber que la maldad, el crimen y la injusticia no son prerrogativas exclusivas de países en conflicto bélico o regímenes dictatoriales. Si el mundo puede ser llegar ser un verdadero infierno, es precisamente porque los seres humanos nos encargamos de infligir dolor unos a otros. Ya lo dijo Hobbes el hombre es el lobo del hombre.

A través de sus narraciones, Rosa Montero consigue mostrarnos siempre los límites de lo humano: lo magníficos y lo terribles que podemos ser. Es por eso que sus historias logran conmovernos, porque en ellas vemos reflejadas todas las posibilidades existenciales: las que nos encumbran y nos hacen ser mejores personas, pero también las que manifiestan lo peor de la naturaleza humana. Rosa Montero gusta de enfrentarnos precisamente con aquello que nos hace ser lo que somos: la capacidad de elegir libremente entre las opciones que nos son dadas por el contexto; y aún más, suele situarnos en todo momento, frente a la posibilidad de rebelarnos, de ir más allá del perímetro al que hemos sido confinados por nuestra condición de clase o género. Todos somos capaces de ser otros, pareciera decirnos la Montero, por más limitados o presos que nos sintamos de las circunstancias, siempre tenemos la posibilidad de escapar a ellas y decidir construirnos en libertad a pesar de cualquier obstáculo. Así, tanto en La hija del caníbal, como en El corazón del tártaro o La historia del Rey Transparente, la novelista y periodista española, explora pertinaz e inquisitivamente, la urdimbre de la conciencia y del actuar humanos.

Por insensato que parezca, las Instrucciones para salvar el mundo, en la entrega más reciente de Montero, están en manos de cinco protagonistas adversos: Matías, un taxista obsesionado por vengar la muerte de su esposa; Daniel, un médico fracasado que detesta a su mujer y se refugia en el erotismo virtual; el asesino de la felicidad de un homicida serial que mata ancianos con fuertes dosis de insulina; Cerebro, una científica venida a menos que descubre la consistencia de azar y la fuerza del instinto de supervivencia; pero sobre todo, de Fatma, una prostituta negra que llega a España huyendo de los sanguinarios que asesinaron a su pequeño hermano, a quien ella cree reencarnado en una lagartija llamada Bigga.


Si ya no te quedan más lágrimas, no llores, ríe, dice el epígrafe con que Rosa Montero inicia esta novela. Es por eso que la narradora aborda esta historia plagada de sordidez, vileza y miseria moral, con un humor frágil y traslúcido, con el que pretende, no el juego mordaz de la ironía o el sarcasmo, sino la apuesta por atrevernos a reírnos de nosotros mismos y sacar de ello una enseñanza, o al menos la convicción de que la vida, por más atormentada que pueda ser, tiene siempre un sesgo luminoso al cual podemos aferrarnos para no sucumbir ante la penumbra del desaliento o el desasosiego. La vida es bella, disparatada y dolorosa, dice Montero, quizá por ello consiga conjugar en su novela, el sufrimiento y el absurdo, con la belleza y la risa.

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