sábado, 28 de agosto de 2010

Puro teatro



A pesar de que me gusta mucho el teatro, casi no suelo ir a ver montajes tampiqueños. ¿La razón? La mayoría de las puestas en escena que he presenciado desde hace ya catorce años son malísimas. Malo el libreto, mala la escenografía, malas las actuaciones y mala la dirección. De las contadas obras que han valido la pena, y de quien a mi juicio ejerce la dirección y la creación artística cabalmente, ya he hablado antes en este espacio, así que no ahondaré ahora.  

Lo que sí me gustaría detenerme a analizar son las características y el nivel de calidad del tan cacareado XXIX Concurso Estatal de Teatro “Rafael Solana”. Y es que, con casi tres décadas de existencia, el certamen teatral con más antigüedad en el país dista mucho de ser un ejemplo de madurez o consolidación, tanto en aspectos relativos a la organización, difusión y logística, como en aquellos referentes al valor artístico de las obras ahí presentadas.

Números de belly dance sin respaldo argumental alguno; remedos de clowns más allá de lo amateur; “libretos originales” carentes de propuesta estética y plagados de lugares comunes; malas, malísimas actuaciones con participantes que no tienen ni un mínimo de aptitud para el manejo de voz y la dicción. La lista podría seguir, pero para qué aburrirlos. Que conste que no se trata de una generalización. Si hubo alguna obra que valiera la pena en el programa (y me refiero exclusivamente a las obras participantes, no así a las obras muestra), honestamente no tuve oportunidad de verla. La pésima organización y la falta de respeto que demostraron tener algunos directores y algunos organizadores para con el público asistente fueron las causales.

Especifico la obra en cuestión: la multipremiada “Macbeth”. La glosa es la siguiente: al director invitado (Medardo Treviño) y al organizador del evento (Demetrio Ávila) se les olvidó el “pequeño” detalle de advertir en el programa que el cupo para este montaje sería limitado. Lo acordaron ese día en la mañana, lo advirtieron al público unos momentos antes del ingreso. El resultado: un portazo en la nariz, aclaro: un literal portazo en la nariz para quienes no alcanzamos “boleto” (entre ellos un grupo de participantes provenientes de Reynosa). Ni les importó ni tuvieron la decencia de salir a ofrecer una disculpa o explicación, cómo para qué, en todo caso el tiempo del público, los compromisos cancelados para asistir son irrelevantes a su juicio, supongo. Habría que dejar bien claro aquí que la única persona que tuvo la amabilidad y responsabilidad de acercarse para brindarnos una disculpa así como opciones, fue Sandra Muñoz, a quien agradezco la gentileza de lidiar con nuestra justificada frustración.

Lo cierto es que no es necesaria una sesuda reflexión para saber por qué es tan deficiente la calidad del teatro no sólo en Tampico, sino en Tamaulipas –y que conste que esta opinión no es exclusiva de una servidora, han sido los propios jurados del concurso quienes en repetidas emisiones han puesto en evidencia, mediante juicios severos y contundentes, la poca o nula capacidad y talento de los teatristas tamaulipecos. ¿Qué, sino la ausencia de un programa sólido de formación y capacitación continua ha sido el caldo de cultivo para el cacicazgo de improvisaciones, inercias y corruptelas en torno al quehacer teatral en nuestro estado? ¿Qué, sino la ineficacia y desdén de quienes han estado a cargo de dicha tarea a lo largo de todos estos años?

1 comentario:

esme dijo...

Mi Sara, me voy a ir a pasar una temporada con usted, seria bueno ir a dar clases de teatro alla.

besos.