sábado, 2 de enero de 2010

Feliz nada (parte 2)


Julio 23. Pienso en las mujeres de esas dos fotografías. La primera habita una isla. La segunda, se aproximará a la primera, sin saberlo, en su eje migratorio. La primera tiene un rostro melancólico. De la segunda no se sabe hacia dónde la mirada. La primera importa ya demasiado, tanto que si desaparece deshabitaría toda isla. La segunda no puede importar, no debe si se es prudente. Pienso en las mujeres de esas dos fotografías. En el mismo continente. Sin saberse. Y nosotros, es decir él, es decir ella, es decir nosotros. Aquí. Es decir yo.

Agosto 23. Digo, por ejemplo, que tendría que soltar ciertas amarras, pero el extravío. La invención. El lenguaje. Cómo decirlo. Que tendría que poner sobre la tierra los pies. Lo digo y me lo digo. Pero a veces, esas veces no escucho porque llegan las palabras y cómo no responder. Ya no creo en lo que digo. Ya no me creo. Me escucho sí, como quien llover oye. Pero nada.

Septiembre 12. La ausencia como una forma de la presencia. Algo que no está y al mismo tiempo es en uno, con uno. Pero también va del estar ausente de sí, vertido, volcado en el otro. La ausencia de uno mismo como presencia en el otro. La ausencia de sí del otro como presencia en uno. Tal vez sólo palabras. Tal vez construcción del lenguaje, ¿pero qué somos, sino lenguaje? ¿no es el lenguaje un provocador, un hacedor de realidades? Al lenguaje me cobijo, a su sombra posible. A las voces que viajan, que acuden.

Octubre 23. La escritura sigue siendo la misma: una palabra que tras otra. Si, pero trasbordar. Los pasamanos. Las puertas. Las eléctricas escaleras. Todo lo que funciona mecánicamente. Aquí la correspondencia equivocada, el apresuramiento del paso / la posibilidad del extravío. En voz alta decir: los viajeros no sabrían. Ver que los aurigas se alejan o se aproximan. Caleidoscópico, sí. Tan sencillo como seguir la línea punteada. RECORTAR. Tan anodino como alguien que llega de mañana a una ciudad y se inserta y se inserta y se inserta. Dos lenguajes distintos. El vértigo y la densidad. Eso, el abordaje y la hondura.

Noviembre 17. Yo pienso en eso: una conversación con los amigos, manos que se entrelazan, un sorbo de vino, aspirar el humo del cigarro que no, los besos que a ron y chocolate, una pequeña galleta en forma de u, una canción de Cecilia Toussaint, quedarse dormido a la mitad de una oración, combatir el frío, otra conversación con los amigos, ir de la filosofía de la ciencia a los zombies de Romero, hablar de migraciones y ciudades, tener la certeza del aquí. En algún momento el llanto, la tibieza de las lágrimas, la certeza del aquí. Yo pienso en eso: la historia del hombre desenamorado que al actuar como un hombre enamorado (por ejemplo, leerle fragmentos de Sputnik, mi amor a su esposa) vuelve a enamorarse. Tal vez sea eso, que somos lo que hacemos, sí, en el ahora.

Diciembre 13. Algo que no se puede armar, que nunca, que de verdad no hay modo. Sin hornos ni cocción. Algo que sólo trazado, como una ciudad que no existe.


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