jueves, 5 de noviembre de 2009

Los electrodomésticos nerds



Imagine una lavadora-escáner donde usted sólo tenga que introducir la prenda que desee lavar en una ranura, acto seguido la máquina escaneará su ropa y, además de dejarla limpia, brindará información sobre sus orígenes, el tipo de tela y la forma de lavarla. Una lavadora-diccionario (¿o acaso debería llamarse lavadora-wiki?) que mientras enjuaga sus calcetines le explica la naturaleza de su composición. Ahora imagine un minimalista microondas cilíndrico que a través de una tecnología de reconocimiento de voz, una cámara de video y un sensor de temperatura, le permitirá monitorear la cocción de sus alimentos sin mover un solo dedo. Especule sobre la increíble levedad de una plancha inalámbrica y la existencia de un plato que enfríe sus alimentos previniendo cualquier posible quemadura. Figúrese una vajilla que al contacto con los alimentos calientes revele en su superficie una frase con una bella letra manuscrita. Imagine un cortador de tartas musical, con el que pueda, al mismo tiempo que parte y reparte el pastel, entonar las mañanitas con un festivo acompañamiento melódico. Recréese con la imagen de un “divertido frigorífico de vanguardia”: una nevera retro-vintage cuya funcionalidad y capacidad para almacenar poco importe. Piense en un refrigerador que usa un hermoso vestido de los años sesenta.

Wikipedia los define como máquinas que realizan algunas tareas domésticas rutinarias. Los hay de línea marrón (de audio y de video) y de línea blanca (vinculados con la cocina y la higiene). Yo pienso en los electrodomésticos (y en otros utensilios caseros) como pequeños acompañantes del hogar. Pero claro, me refiero a esos refrigeradores, estufas y lavadoras que duraban años y años, que llegaban, por así decirlo, a formar parte de la familia. Tal vez parezca que exagero, pero no creo mentir si digo que la gente se encariñaba con ellos. Pienso en mi cafetera Hamilton Beach que la semana pasada, luego de nueve años de servicio, dejó de funcionar. Alguien me dijo: pues compra otra y listo. Es verdad, ahora es más barato y fácil comprar un nuevo microondas, licuadora o plancha, que mandarlos arreglar. Pero resulta que me afecta deshacerme de mi cafetera que ha ido conmigo de departamento en departamento, de relación en relación. En la bonanza y en la penuria, ha vivido conmigo la transición de tomar café a rabiar en madrugadas de vigilia, a su básica función de los últimos días, que consistía sólo en calentar agua para mi té (¡malhaya estos tiempos descafeinados y deslactosados!).

No sólo mi cafetera, también mi licuadora se descompuso. Qué decir de mi lap que tras haber sufrido el derrame de un te, pasó a mejor vida (2005-2009 q.e.p.d.). Fue a raíz de estas pérdidas que navegando en la red descubrí que todos los electrodomésticos que al inicio le pedí que imaginara, realmente existen. La domótica –domus (casa en latín) y tica (en griego, 'que funciona por sí solo')– combina performance, estilo y funcionalidad. Se trata de vivir en hogares inteligentes, digitales. Esa es la tendencia. Sin embargo, en mi anacronía voluntaria sigo resistiéndome a ir al supermercado a comprar una cafetera nueva, a tirar la carcasa de mi ordenador dañado. Supongo que prefiero (válgase el antónimo) un hogar tonto.



2 comentarios:

Antonio Martínez dijo...

Hola:

Es interesante cómo describes esa interacción hombre-máquina, esa que aliementaba el temor del neofuturismo.

Me encantan tus prosas.

Hasta Pronto.

Beeobid dijo...

Me a encantado tu post, es muy cierto nos cuesta deshacernos de las cosas viejas que para nosotros tienen un valor sentimental, es verdad que estamos cada vez más en un mundo materialista pero depende de nosotros liberarnos de ese yugo y comprar y usar solo lo que realmente necesitamos.

P.D, A mi también se me averió mi cafetera hamilton Beach :(