lunes, 31 de mayo de 2010

Otras ferias




Soy fan de las ferias de libros y de que, de ser posible, se realicen en espacios abiertos. Me fascina ver libros en la calle al por mayor, estantes repletos de volúmenes, anaqueles interminables para repasar títulos en hojeadas, mesas con novedades para perderse por horas entre autores, editoriales y precios. Hermosos botaderos de libros en oferta y la gente alrededor, arremolinándose para que no le ganen el raro ejemplar a un costo irrisorio. Caminar y caminar y que los pasillos no tengan fin. Me agradan también las carpas para sentarse cuando ya cansado en algún pequeño foro a escuchar la presentación de algún libro, una conferencia o un concierto.


He disfrutado las ferias que se hacen en recintos cerrados como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la Feria Internacional del Libro de Monterrey o la Feria Estatal del Libro de Chihuahua, pero debo decir que me resultan mucho más placenteras las ferias callejeras como la Feria del Libro de Tijuana o la Feria del libro del Zócalo de la ciudad de México. Y es que una feria del libro que se efectúa en un espacio público abierto, ya sea una plaza, un andador o una calle que se cierra para tal efecto, ofrece posibilidades distintas a la que se guarece al interior de algún centro de convenciones o espacio cultural designado.


Las ferias del libro en la calle tienen a su favor el elemento azar. Ese contacto con los libros a la intemperie, esa cercanía con los transeúntes, esa posibilidad del encuentro fortuito de un no lector con los libros. Yo entiendo los fines de ciertas ferias y la necesidad de que, por sus dimensiones y naturaleza, se desarrollen en espacios cerrados, pero el hecho es que en una sociedad no lectora de literatura y mucho menos de libros de divulgación científica o histórica, lo menos que podríamos hacer, a quienes nos interesa cambiar esta situación, es llevar los libros a su ámbito cotidiano, ponerlos al alcance de su mano, convertirlos en un inesperado y feliz encuentro.


Justo ayer por la mañana, caminando por la explanada del Centro Cultural Tamaulipas, me topé con los stands de la 10ª Feria Universitaria del Libro en Ciudad Victoria. Revisando su programación me percaté que ofrece una modesta muestra de música y danza regional, así como algunas presentaciones de libros históricos, un taller de creación literaria y la premiación del concurso Juan José Amador. Encontré un extenso surtido de las editoriales ya conocidas y los libros a los que uno puede acceder en librerías o por internet. Pero creo que lo más interesante fue ver en exhibición y venta los libros editados por el Instituto de Investigaciones Históricas. Libros del cronista vitalicio de Tampico, Carlos González Salas, de la prolífica investigadora tampiqueña Pilar Sánchez y de la cronista María Luisa Herrera Casasús, entre otros autores difíciles de encontrar a la venta en Tampico. Ojalá que hubiera la oportunidad de que estas colecciones tuvieran ese feliz encuentro inesperado con los lectores y no lectores tampiqueños. 

Ahora que se está efectuando la Feria Regional del Libro Tampico 2010 (del 29 de mayo al 06 de junio), sería interesante la existencia de un stand del Instituto en nuestro Puerto. Y será interesante también, ver qué libros, que autores, qué literatura nos ofrece la feria del libro de nuestra ciudad. Acérquese a la Plaza de Armas y juzgue usted qué clase de feria tenemos y cuál le gustaría tener.

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