En “Fuente de la libertad, La Educación en Tamaulipas 1822-1870”, Francisco Ramos Aguirre nos ofrece un amplio y pormenorizado recorrido historiográfico sobre el desarrollo, caracterización y vicisitudes de la educación en Tamaulipas, no exento de incisivos juicios y acotaciones puntuales que enriquecen la exhaustiva revisión documental, así como las continuas referencias bibliográficas que dan sustento y solidez al trabajo de investigación que nos presenta a lo largo de estas ciento setenta y cinco páginas.
Es el propio autor quien define el propósito de esta obra: “Fuente de la libertad, La Educación en Tamaulipas 1822-1870 es un estudio con la idea de enriquecer la historiografía de la educación en el estado. Una obra de consulta o referente para otros investigadores y lectores que se interesen en uno de los quehaceres intelectuales más significativos en nuestros días. Y para cuestionarnos: ¿Por qué es importante la educación durante el siglo XIX?”
“A través de su historia, Tamaulipas ha figurado como escenario de importantes acontecimientos que se relacionan con la educación”, declara Ramos Aguirre, como justificación y respuesta a su propio planteamiento. Por ello, se dio a la tarea de seccionar, a través de seis nutridos y muy bien delimitados capítulos, la extensa gama de sucesos, anécdotas, personajes, idearios, legislaciones e instituciones que configuraron el contexto educativo de 1822 a 1870 en nuestro Estado.
Como es manifiesto, el valor agregado de la obra que hoy se presenta, es que sincrónico al recorrido que nos brinda por los pasajes más trascendentes del devenir pedagógico en Tamaulipas, nos aporta una visión panorámica sobre algunos de los hechos más relevantes de la historia de nuestro Estado y nuestra nación. Y en este año en que celebramos el Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana, me parece apropiado y enriquecedor enmarcar una revisión y crítica sobre nuestro pasado e identidad como mexicanos, a través de una lectura sobre cómo fue la consolidación de la estructura educativa en nuestro Estado.
Sería imposible describir aquí, cada uno de los pasajes, las anécdotas, las citas documentales tan interesantes como reveladoras, que las páginas del libro de Ramos Aguirre ponen al alcance nuestro. Sin embargo me parece fundamental remarcar el inicio del largo viaje que nos lleva desde la fundación del Nuevo Santander y la instrucción religiosa a cargo de los frailes, hasta las escuelas parroquiales, la consolidación de Tamaulipas y el arribo de la Compañía Lancasteriana a ciudad Victoria en 1826 (y su posterior asentamiento en Tampico así como la fundación por Ribott de una Escuela Normal), pasando por la continuada labor realizada por Claudio Francisco Gojón y ulterior el establecimiento de la Escuela de Niñas bajo el sistema lancasteriano, la creación del Instituto Hidalguiano Tamaulipeco en Ciudad Victoria, la apertura del Colegio Victoria, el establecimiento de la Dirección General y Juntas Subdirectoras de la Educación Primaria en la capital de la República y en todos los Departamentos, entre otros muchos más episodios.
Ramos Aguirre concluye: “El inicio del quehacer educativo en Tamaulipas no fue sencillo (…) sin embargo en la lucha contra la ignorancia durante el siglo XIX, hubo importantes triunfos. En primer término, se logró la construcción de una legislación educativa que abrió las puertas a la ilustración a los ciudadanos (…) y a pesar de todos los problemas, se creó un ambiente favorable para el establecimiento de importantes instituciones educativas”.
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