martes, 4 de mayo de 2010

Bombo y platillo



No sé por qué, en realidad ya no debería sorprenderme, pero me sigue asombrando lo pretenciosas que pueden llegar a ser algunas personas. La necesidad de nomenclaturas, de alfombras extendidas a su paso y de autoproclamación que manifiesta cierta gente a la menor provocación. Veamos ¿qué metáfora utilizo para no herir la susceptibilidad de quienes dicen no tener piel por dedicarse de la escritura al más sublime de sus veneros?

Digámoslo así: me gusta la fotografía, he tomado muchas fotos en mi vida, fotos medianamente decentes como las que cualquiera toma con su cámara, en todo caso fotografías personales que irán a parar a un álbum familiar (ahora en realidad van a parar al Facebook) para deleite y morbo propio, de amigos y conocidos. En alguna ocasión tomé un curso sobre cómo usar una cámara digital, mismo que incluía una revisión sobre algunos fotógrafos importantes. Fue un curso que disfruté muchísimo y que me brindó la oportunidad de intentar tomar fotografías de una manera, por decirlo así, un poco más formal. Fue sensacional ver el resultado de mis torpes ensayos en una disciplina que tanto me gusta como lo es ésta.

Ahora bien, ¿es válido que basada en estos hechos me autonombre fotógrafa? Alguien, ingenuo o descontextualizado, podría decir que todo el que toma una fotografía se convierte en fotógrafo. Y sí, claro, enunciadas a la ligera pueden decirse cosas como “el fotógrafo de mi cumpleaños fue mi primo o mi hermano”. Pero desde luego sabríamos errado a quien le diera el título de médico a una persona sólo porque le recomendó tomar dos aspirinas para el dolor de cabeza. Vamos, que así como resultaría chocante e inverosímil que yo sostuviera que soy una fotógrafa profesional por haber tomado unas cuantas fotografías, o que soy chef porque hago la comida de mi casa todos los días, resulta ridículo y pretencioso que haya gente que pretenda adjudicarse el nombre de escritor o poeta sólo porque ha conseguido acumular palabras en forma de verso. Y no importa si haciendo esta actividad se ha llevado seis meses o toda su vida, conozco gente que dice de sí misma haber pasado diez años en un taller de escritura y lo cierto es que escriben como si nunca hubieran estado en uno.

Insisto en que me asombra de sobremanera la ligereza con que la gente se otorga a sí misma títulos y membresías a diestra y siniestra. Los hay, por ejemplo, que se dicen escritores, poetas, periodistas, dramaturgos y promotores culturales, todo en el mismo paquete, llévele, llévele. Desafortunadamente cada día conozco más gente así, y lo peor no es que ellos vivan su fantasía en la que son “Los Escritores que darán Rumbo a la Poesía o Literatura de su Ciudad o Estado”, no, eso no es lo peor, allá ellos si solitos se creyeran ser los merecedores del próximo Aguascalientes; la cosa es que van por ahí embaucando gente que inicia en la escritura, echando a perder posibles talentos encauzándolos por el camino de la vanagloria y la molicie creativa.

Pero ¿cómo distinguir entre tanto bullicio y parafernalia? Ah, no se preocupe, mi aguzado lector, al farsante una señal inequívoca le delata: donde hay bombo y platillo, donde hay demasiada pirotecnia, las más de las veces, créame, poca es la poesía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo he corrido 3 carreras de 5k y una de 10k, así que soy una Atleta.

También soy cheff, que todavía alimento a mis hijos y utilizo instrumentos de cocina!!

Lo único que falta es que autogestione mi propio evento para que alguien retroalimente mi fantasía. :-)