Una nube de cenizas avanza hacia el sur de Europa. Las notas de prensa hablan de un volcán, pero cuando escriben “Islandia” yo pienso en María Negroni. Cuando hablan de erupciones y tráfico aéreo descontrolado, yo sólo puedo pensar en las cenizas de los que han perdido una contienda ajena, una que nunca decidieron emprender. Los que cayeron por nombre y por apellido. Los que colaterales son los menos, siendo en realidad Los Más. Yo pienso en la nube de tizne espeso que aquí y ahora nos circunda. En la invisible lava que por las calles y a deshora.
Dice María Negroni en su poema Islandia: “En un poema bélico, el aniquilamiento y la embriaguez son de ustedes. La osamenta para el alma, nuestra”. Y mientras evoco en sus versos la épica de un reino cuya estirpe de hombres tristes y violentos [“violentos como quien ha abandonado todo”] aprendió a ser feliz a su manera, pienso en las gaviotas de un “universo huérfano”, en el amotinarse de éstos nuestros sueños, en quienes péndulos bajo el declive del alba prorrogaron el asombro de su aparición en vano, en los que sólo nombrados en la huidiza imagen de un reflector anónimo.
Los periódicos y noticieros describen esas salas de espera, atestadas de pasajeros que durante días aguardan la cesación de la demora, frente a los mostradores de las compañías, boleto en mano, sin saber con exactitud cuándo regresarán a casa. Yo pienso en otras salas de espera, en las vigilias del duelo. Pienso en esa “compleja red de traiciones”, en este mundo que no termina de eclipsarse. En ese volcán que durante doscientos años permaneció dormido, hasta despertar un día para escupirnos sus emanaciones, ese hollín de años que bajo la tierra, bajo las aguas subrepticio. Y entonces sí, entonces en la ceguera pienso, en la nula visibilidad de un camino por la niebla tomado. Pienso en las fábricas de humo que con palabras construyen los que boca de vaho arrojan también humaredas de penumbra.
Son legión los que han quedado atrapados en un tránsito suspendido, dice google en uno de los resultados de mi búsqueda y yo pienso en esos otros que también atrapados se han quedado ahí, sin posibilidad de retorno.“Instalados en un punto de quiebre, un nudo de instintos contrapuestos. Puro desorden. Afectos altaneros y conatos. Unas ganas de todo. Cierta incapacidad del corazón, enseñoreándose. Se veían allí desfigurados. Embebidos en una imagen forzada de sí mismos, como quien teme verse desbordado por lo que desea ser. El embate inicial del odio a los intrusos no ha ocurrido ni la pobreza de implorar la tolerancia o darla. Ni el gusto por lo turbio. Ni el recurso triste de preparar la alegría. Todo es aún desastre en ciernes, esperanza. Mal digerido de golpe, lealtad y amor propio con el mundo y disposición a sufrir, sin alivios. La habían vivido en otro lado. Cuando el futuro era excesivo, el pasado inocente, tanto que parecía múltiple...” [María Negroni, Islandia].
No hay comentarios:
Publicar un comentario