Mientras nuestro presidente insiste en tener razones para festejar el Bicentenario de la Independencia de México, aquí todos hablan de irse, de los que se están yendo, de los que hace tiempo se marcharon.
Abandonar un territorio, una ciudad, un país. Dejar las puertas abiertas, los cajones revueltos. La celeridad del fugitivo. El estrépito de la huída como una estela insalvable. Perder tierra, perder anclaje.
Los hay que planean la evacuación a McAllen o a Brownsville. Los hay que huyen hacia estados del centro o del sur. Alejémonos del norte, de los bárbaros y su progenie. Emigremos hacia parajes menos álgidos, susurran en sus noches de vigilia. Los que se marchan no lo hacen por gusto, nadie quiere partir del hogar. Se van porque temen que seguir viviendo aquí, tarde o temprano signifique no poder seguir viviendo. Irse.
Los que se van dejan atrás esos letreros que ahora vemos por todas partes: se vende o se renta casa, dicen. Los que se van no pueden olvidarse (estoy segura) de lo que aquí se queda. No pueden cerrar los ojos. Saben que tras de sí: arenas movedizas.
Los que se han ido, desde su lejanía me interrogan.
Los desde fuera, se han quedado aquí. Los que aquí nos hemos ido.
¿Cómo hacer una fiesta en medio de un luto que no cesa?
¿Cómo festejar el pasado desde este no-presente?
¿Cómo pensarnos independientes y en libertad si ya presos, si ya bajo el yugo de legítimos e ilegítimos tiranos?
¿Cómo festejar en un territorio, una ciudad, un país que día a día desaparece?
Esta tristeza es más que un número (setenta y dos), más que un encabezado invisible (inserte aquí el nombre de los nunca indiciados), más que la intuición del precipicio (inserte aquí sus temores) ( vuélvalos a insertar).
Mientras Aleks Syntek (pagado por el gobierno federal) intenta motivarnos al convite tarareando una canción que habla de otro país, de otras calles, de otro futuro que no es el nuestro. Mientras recurre al baratísimo recurso de las voces infantiles que pretenden dar ese matiz esperanzador a una cantinela insulsa. Mientras el chantaje mediático (pero lucrativo) de “Iniciativa México” tranquiliza (porque trivializa y distrae) a las mortificadas buenas conciencias.
Mientras esta tristeza se va haciendo más subrepticia y esta desesperanza se vuelve una certeza, en algún sitio cercano estalla otro recordatorio del caos y la incertidumbre. Un indicio del azar.
¿Mi sugerencia para Calderón? Hagamos una fiesta nómada: recorramos en caravana cada rincón de madrugada. Arrojemos serpentinas sobre los féretros. Arrojemos confeti en carreteras y calles intransitables, bloqueadas. Partamos el pastel y soplemos sobre las doscientas velitas en los hospitales donde los heridos, en las mesas vacías de los deudos, en las cárceles atestadas de los parias (los así despojados de toda humanidad por su propio primer mandatario).
Hagamos una fiesta sin memoria, un divertimento, un regocijo banal. A salud de los huérfanos, de los padres que han perdido a sus hijos, de las mujeres violadas, de los extorsionados y los que han padecido alguna vejación. Bebamos y cantemos. Encendamos otra vez la pirotecnia.
3 comentarios:
No olvidemos que somos mexicanos y que por más difícil que sea lograr que se hagan las cosas debemos cooperar y apoyarnos. IMX no es de una sola persona. Iniciativa México es un proyecto de todos, esta semana conoceremos a las Iniciativas finalistas de la categoría Calidad de Vida: www.iniciativamexico.com
Este anónimo comentario (aunque lo firma Iniciativa México, eso no es una persona) me suena tanto a NO HAGAN CASO, VEAN MEJOR EL PROGRAMA PARA TRIVIALIZAR Y DISTRAERSE ESTE FIN DE SEMANA EN PUNTO DE LAS...
Un mero spot publicitario. Y mal hecho por lo poco efectivo.
{inserte usted aquí una sonora trompetilla}
Clap, clap, clap (a Marco, por supuesto, porque el charro y furris intento de reivindicación de iniciativa México es de hueva total)
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