1
A un costado los jadeos, la respiración entrecortada. Mano contra el muro: Medea. Cabello en la cara, sudor que resbala. Hay un hombre al otro lado de la habitación (todos lo sabemos, todos lo hemos visto, lo hemos sentido llegar con estrépito). Ella: medio cuerpo flexionado, contorsión interna, nudo. Ella la hechicera, la doliente, la injuriosa. Es Medea quien recarga su cabeza en la pared y al alzar de nuevo el rostro proyecta Esa mirada, lo terrible de Esa su mirada en mí / a través de mí. Medea, a no más de treinta centímetros, mirándome, no a mí pero de alguna forma a mí ¿me explico? Medea acortando la distancia, rozándonos, tocándonos, flotando entre nosotros, trastocando todo a su paso, disgregando su voz y su aliento, apropiándose del aire, haciéndolo cada vez más denso como si quisiera decirnos aquí todos van a respirarme: Aquí, la respiración soy yo.
2
Tomar un espacio vacío y habitarlo. Construir un escenario ahí donde no se espera, donde no hay posibilidad de huida, donde por proximidad las acciones nos conciernen. [Es Jasón quien nos abre la puerta de su infierno, es Jasón quien irrumpe, pero ¿quiénes somos todos nosotros los que ahí? La sensación de ser una intrusa. Esto es una pesadilla ajena, una casa ajena, una historia ajena me digo, nos decimos, pero ¿cómo, si la voz de Medea profiere lo que también en nuestras gargantas? ¿Si los silencios del hombre que deambula, que se agita, que se disuelve, son también, en todo caso, nuestros?] “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral “(Peter Brook, El espacio vacío).
3
Para probar los límites de la relación entre el artista y el público, Marina Abramović desarrolló una de sus performances más exigentes (Ritmo 0, 1974). En ella adoptaba un rol pasivo, mientras el público la forzaba a realizar la actuación. Colocó sobre una mesa 72 objetos que la gente le permitiera usar en la forma que ellos eligieran. Algunos de estos objetos podían dar placer, mientras otros podían infligir dolor o incluso dañarla. Entre ellos había tijeras, un cuchillo, un látigo, una pistola y una bala. Durante seis horas la artista permitió a los miembros de la audiencia manipular su cuerpo y sus acciones. Inicialmente, la audiencia reaccionó con precaución y pudor, pero a medida que pasaba el tiempo (y la artista permanecía impasible) mucha gente empezó a actuar muy agresivamente.
4
[Espectador: dícese de quien aprecia una obra o asiste a un espectáculo] Intrusos. Intrusos que observan y callan, que se rehúsan, que cambian de lugar, de posición para no alterar el orden. Yo los vi replegarse (cuando yo me replegué), yo los vi rehuir al contacto (cuando yo lo rehuí), yo vi a los que no podían sostener la mirada (cuando yo tampoco pude) ¿Quiénes somos todos nosotros los (espectadores) que aquí? [Neutralizar la separación del espacio introduciendo al espectador en la representación] ¿Somos acaso algo más que invasores de predios?
5
A un costado el mar. Medea es el mar. Jasón es el mar. Ella teje y desteje una oquedad, una herida, todas las cosas que las olas hasta las costas suelen arrastrar. Ella maldice como quien reza y sus letanías y sus injurias son sólo un murmullo apenas audible. Medea (la toda lluvia) abraza a Jasón (el todo naufragio) a no más de treinta centímetros de mí (sobre el suelo escurre el agua de sus vestimentas, sobre el suelo sus delirios y estertores son sólo míos). Puedo oler el perfume de Jasón a no más de treinta centímetros. A un costado Medea y Jasón se abrazan: [todos los miramos enmudecidos] están solos, solos, solos.
6
Considére(se) todo lo anterior una invitación, una provocación para cuestionar(se) los límites entre el actor y el espectador [La Compañía A-TAR y de Concéntrica Artes Aplicadas, presentan (sí, en Tampico) el montaje Medea y Jasón (versión de Gerardo Castillo), con las actuaciones de Sandra Muñoz y Luis René Ramos, bajo la dirección de Marcial Salinas].
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