lunes, 16 de noviembre de 2009

Los extraterrestres y el Vaticano


¡Ah, las ironías de la vida! San Francisco de Asís no imaginó que la expresión filial que trascendería su particular simpatía por el reino animal sería reciclada siglos después por el director del Observatorio Vaticano, José Gabriel Funes, para designar a nuestros posibles compañeros de cuarto en el universo.

La referencia en cuestión forma parte de una entrevista que Funes concedió al Observador Romano en mayo de 2008, en la cual afirma que la creencia en la posibilidad de la existencia de vida extraterrestre no se opone a la doctrina católica. Cito: “Creo que no hay contradicción. Al igual que existen multitud de criaturas sobre la Tierra, también podría haber otros seres – algunos incluso inteligentes – creados por Dios. No existe contradicción con nuestra fe, porque no podemos establecer límites a la libertad creativa de Dios. Por decirlo al estilo de San Francisco, si podemos considerar a algunas criaturas terrestres como ‘hermanos’ y ‘hermanas’, ¿por qué no vamos a poder hablar de un ‘hermano extraterrestre’? Ellos también podrían pertenecer a la creación”.

Al ser cuestionado sobre la exención del pecado original en los extraterrestres, Funes, consejero científico de Benedicto XVI, añadió: “tomando la imagen del cordero descarriado, podríamos pensar que en el universo podría haber 100 corderos, equivalentes a varias clases de criaturas. Nosotros (la raza humana) podríamos ser precisamente esa oveja perdida, los pecadores necesitados del pastor. Dios se hizo hombre en Jesús para salvarnos. En este sentido, asumiendo que hubiera otros seres inteligentes, podríamos decir que ellos no necesitan redención. Ellos podrían haber permanecido en completa armonía con el Creador”.

Recordé las declaraciones de Funes al enterarme que en días pasados se celebró la Semana de Estudios Astronómicos de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano. Científicos y líderes religiosos de todo el mundo se reunieron para entablar un diálogo sobre la relación entre ciencia y religión frente a la inminente posibilidad de la presencia de formas de vida fuera de nuestro planeta.

Que Funes nos haya confraternizado con los extraterrestres de manera tan expedita, para luego etiquetarnos como “el patito feo” de la creación, no me sorprende. Lo que me deja un tanto perpleja es la ingenuidad con que algunas notas de prensa alaban la aparente apertura de la Iglesia Católica para discurrir sobre tópicos considerados como tabú. A mí me parece más bien que el Vaticano tiene puestos los ojos y el discurso en el sitio equivocado. En lugar de estar dirigiendo su vista hacia el espacio exterior y perdiendo horas en teorizar si los extraterrestres son libres pecado original o no (lo cual vendría a ser algo así como la 2da temporada de la serie: Inútiles Disertaciones Teologales, cuya 1ª temporada habría sido sobre la sexualidad de los ángeles), lo que debería hacer es volver la mirada hacia sí. Realizar una Semana de Estudios sobre Delitos Sexuales contra Menores, por ejemplo, y analizar, entre otros temas, el del “hermano pedófilo”, porque a fin de cuentas y parafraseando a Funes ¿por qué no vamos a poder hablar de un “hermano pedófilo”? Digo, ellos, como los extraterrestres, también pertenecen a la creación ¿o no?

jueves, 5 de noviembre de 2009

Los electrodomésticos nerds



Imagine una lavadora-escáner donde usted sólo tenga que introducir la prenda que desee lavar en una ranura, acto seguido la máquina escaneará su ropa y, además de dejarla limpia, brindará información sobre sus orígenes, el tipo de tela y la forma de lavarla. Una lavadora-diccionario (¿o acaso debería llamarse lavadora-wiki?) que mientras enjuaga sus calcetines le explica la naturaleza de su composición. Ahora imagine un minimalista microondas cilíndrico que a través de una tecnología de reconocimiento de voz, una cámara de video y un sensor de temperatura, le permitirá monitorear la cocción de sus alimentos sin mover un solo dedo. Especule sobre la increíble levedad de una plancha inalámbrica y la existencia de un plato que enfríe sus alimentos previniendo cualquier posible quemadura. Figúrese una vajilla que al contacto con los alimentos calientes revele en su superficie una frase con una bella letra manuscrita. Imagine un cortador de tartas musical, con el que pueda, al mismo tiempo que parte y reparte el pastel, entonar las mañanitas con un festivo acompañamiento melódico. Recréese con la imagen de un “divertido frigorífico de vanguardia”: una nevera retro-vintage cuya funcionalidad y capacidad para almacenar poco importe. Piense en un refrigerador que usa un hermoso vestido de los años sesenta.

Wikipedia los define como máquinas que realizan algunas tareas domésticas rutinarias. Los hay de línea marrón (de audio y de video) y de línea blanca (vinculados con la cocina y la higiene). Yo pienso en los electrodomésticos (y en otros utensilios caseros) como pequeños acompañantes del hogar. Pero claro, me refiero a esos refrigeradores, estufas y lavadoras que duraban años y años, que llegaban, por así decirlo, a formar parte de la familia. Tal vez parezca que exagero, pero no creo mentir si digo que la gente se encariñaba con ellos. Pienso en mi cafetera Hamilton Beach que la semana pasada, luego de nueve años de servicio, dejó de funcionar. Alguien me dijo: pues compra otra y listo. Es verdad, ahora es más barato y fácil comprar un nuevo microondas, licuadora o plancha, que mandarlos arreglar. Pero resulta que me afecta deshacerme de mi cafetera que ha ido conmigo de departamento en departamento, de relación en relación. En la bonanza y en la penuria, ha vivido conmigo la transición de tomar café a rabiar en madrugadas de vigilia, a su básica función de los últimos días, que consistía sólo en calentar agua para mi té (¡malhaya estos tiempos descafeinados y deslactosados!).

No sólo mi cafetera, también mi licuadora se descompuso. Qué decir de mi lap que tras haber sufrido el derrame de un te, pasó a mejor vida (2005-2009 q.e.p.d.). Fue a raíz de estas pérdidas que navegando en la red descubrí que todos los electrodomésticos que al inicio le pedí que imaginara, realmente existen. La domótica –domus (casa en latín) y tica (en griego, 'que funciona por sí solo')– combina performance, estilo y funcionalidad. Se trata de vivir en hogares inteligentes, digitales. Esa es la tendencia. Sin embargo, en mi anacronía voluntaria sigo resistiéndome a ir al supermercado a comprar una cafetera nueva, a tirar la carcasa de mi ordenador dañado. Supongo que prefiero (válgase el antónimo) un hogar tonto.