domingo, 28 de junio de 2009

Mantel de tulipanes amarillos



Hay una casa frágil a orillas de esta playa dice el poeta, y es cierto, si nos asomamos a las páginas de este libro y observamos bien, a los lejos podremos ver una fracturada casa de palma que se alcanza a divisar entre el crepuscular horizonte de sus versos; y como Luis Aguilar desde su primer poema nos dice Welcome, nos da la bienvenida, cuando uno comienza a leerlo dan ganas de quitarse los zapatos y avanzar por la orilla de ese mar que las más de las veces parece estar en calma, pero que bajo su rostro de agua y vaivenes, oculta una imprevisible y subterránea marea que arrastra todo a su paso.

Leer a Luis es adentrarse en la frágil casa del deseo, en la efímera casa del fuego, en la sucia casa del miedo, en moradas donde hay infinitas ventanas, pero todas están bajo el pardo cerrojo del llanto, bajo el oscuro aldabón de la muerte; internarse en habitaciones donde hay espejos e incendios, donde el alma es una cacerola insomne y sucia, donde es necesario dejar un foco encendido para espantar el miedo, donde la nada es la suma final de los días que no fueron.

Quizá por eso en esta playa, en la playa de Luis el día siete no se adoran arquitectos de vacío, y uno da gracias a dios por no creer en él, por eso la memoria es una fotografía vieja que se consume, una traición de la nostalgia y la añoranza de lo divino, una solitaria liturgia donde uno asume que no hay Dios con respuestas para todo. Por eso sobre la mesa a veces hay piedras en lugar de pan, y en torno a ella se sientan la abuela ida, la madre enfermizamente viva y el padre muerto, por eso el horror es un lento ahogarse, un naufragio donde uno no recuerda lo que ha sido, donde el sol es una estaca y la madrugada un arma y el presagio de el desgarro.

Quizá por eso en este libro los manteles son amarillas sábanas y las sábanas manteles amarillos y uno devora y unge al mismo tiempo el cuerpo amado y desamado, el nombre de quien alguna vez nos dijo, ya no te quiero y a quien no pudimos discutirle nada, el invisible nombre del hombre o la mujer que son el infierno, nuestro infierno.

Quizá por eso la estructura de los versos, los cimientos de la casa que a lo lejos divisamos, son vigas oscilantes, son cuerdas flojas donde el ritmo y la elipsis son trapecistas y buzos y espeleólogos; por eso hay corchetes y dos puntos y diagonales y palabrasjuntas y frases enteras que se desgranan y llueven una a una como las lentas letras del sentido.

Quizá por eso la poesía de Luis es fugaz playa en la noche y es la breve mordedura del deseo y la humedad de un tulipán que flota entre sábanas sucias, entre pulcros manteles, entre un mar que es diáspora y escritura, entre el alma que es báculo, flama y palmera, por eso Luis, en este libro, una y otra vez escribe, escribe su nombre entre guadañas y caídas y escaleras, por eso Luis escribe su nombre, pero lo borra el mar.


domingo, 21 de junio de 2009

Ficción histórica desde abajo



Una escritura histórica desde los márgenes. Un asedio liminar. En el contexto de la idea de una nueva novela histórica, la construcción de proyectos literarios que no partan de los grandes personajes, de los escenarios y las perspectivas ya resueltas en documentos cuyo previo examen y publicación, nos conminan a una proximidad de segunda mano. Más bien una arquitectura del escombro, de las voces que “desde abajo”, desde la urdimbre del devenir, emergen en cartas, fotografías, correspondencia oficial, expedientes médicos y telegramas, para adueñarse, para exigir la forja de un lenguaje propio: una realidad alterna. La reconstrucción literaria del discurso. Lo pretérito como sujeto posible, como cartografía intertextual. Una metaescritura, una consciencia del proceso de escritura y lectura, del proceso de coproducción con el lector.

El taller “Ficción histórica desde abajo”, impartido del 16 al 19 de junio en el Centro Cultural Tamaulipas por la escritora Cristina Rivera Garza (Licenciada en Sociología y Doctora en Historia Latinoamericana), nos brindó a los asistentes la inédita oportunidad de realizar diversos ejercicios escriturales en torno a un registro histórico previamente elegido por cada participante. Asimismo, nos permitió, a partir de análisis de las características de los textos producidos, una teorización preliminar sobre las posibilidades inaugurales que ofrece este ir directamente del documento a la ficción.

Sin lugar a duda, este taller representa un enorme acierto de la Comisión Organizadora para la Conmemoración del Bicentenario del Inicio de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana. Enhorabuena a Libertad García de Danwing, Presidenta del Consejo Consultivo de la Comisión y a Elín López León de la Barra, colaboradora en dicho organismo, entusiasta promotora cultural y siempre cálida anfitriona.

Al taller acudimos escritores de diversos municipios del estado, así como historiadores de Cd. Victoria y el Director del Archivo General del Estado, quien amablemente se ofreció a brindar todas las facilidades para realizar las investigaciones documentales necesarias. El acierto que señalo por parte de la Comisión, radica precisamente en el hecho de haber elegido un taller literario que promueve una nueva relación creativa entre los escritores y las fuentes históricas.

Días de escritura que antes no y de cervezas para atenuar los estragos del calor victorense. Días de conversaciones que se quedan, que son señales, regalos, tibieza. Días en que la historia ha cobrado desde ya otra lectura. La mía.

domingo, 14 de junio de 2009

Instrucciones para salvar el mundo



Que el mundo puede ser un lugar oscuro, solitario y atroz, y que los seres humanos podemos ser ruines, crueles e irresponsables, lo prueban los noticieros y periódicos día con día. Basta ver la nota roja de los diarios locales para saber que la maldad, el crimen y la injusticia no son prerrogativas exclusivas de países en conflicto bélico o regímenes dictatoriales. Si el mundo puede ser llegar ser un verdadero infierno, es precisamente porque los seres humanos nos encargamos de infligir dolor unos a otros. Ya lo dijo Hobbes el hombre es el lobo del hombre.

A través de sus narraciones, Rosa Montero consigue mostrarnos siempre los límites de lo humano: lo magníficos y lo terribles que podemos ser. Es por eso que sus historias logran conmovernos, porque en ellas vemos reflejadas todas las posibilidades existenciales: las que nos encumbran y nos hacen ser mejores personas, pero también las que manifiestan lo peor de la naturaleza humana. Rosa Montero gusta de enfrentarnos precisamente con aquello que nos hace ser lo que somos: la capacidad de elegir libremente entre las opciones que nos son dadas por el contexto; y aún más, suele situarnos en todo momento, frente a la posibilidad de rebelarnos, de ir más allá del perímetro al que hemos sido confinados por nuestra condición de clase o género. Todos somos capaces de ser otros, pareciera decirnos la Montero, por más limitados o presos que nos sintamos de las circunstancias, siempre tenemos la posibilidad de escapar a ellas y decidir construirnos en libertad a pesar de cualquier obstáculo. Así, tanto en La hija del caníbal, como en El corazón del tártaro o La historia del Rey Transparente, la novelista y periodista española, explora pertinaz e inquisitivamente, la urdimbre de la conciencia y del actuar humanos.

Por insensato que parezca, las Instrucciones para salvar el mundo, en la entrega más reciente de Montero, están en manos de cinco protagonistas adversos: Matías, un taxista obsesionado por vengar la muerte de su esposa; Daniel, un médico fracasado que detesta a su mujer y se refugia en el erotismo virtual; el asesino de la felicidad de un homicida serial que mata ancianos con fuertes dosis de insulina; Cerebro, una científica venida a menos que descubre la consistencia de azar y la fuerza del instinto de supervivencia; pero sobre todo, de Fatma, una prostituta negra que llega a España huyendo de los sanguinarios que asesinaron a su pequeño hermano, a quien ella cree reencarnado en una lagartija llamada Bigga.


Si ya no te quedan más lágrimas, no llores, ríe, dice el epígrafe con que Rosa Montero inicia esta novela. Es por eso que la narradora aborda esta historia plagada de sordidez, vileza y miseria moral, con un humor frágil y traslúcido, con el que pretende, no el juego mordaz de la ironía o el sarcasmo, sino la apuesta por atrevernos a reírnos de nosotros mismos y sacar de ello una enseñanza, o al menos la convicción de que la vida, por más atormentada que pueda ser, tiene siempre un sesgo luminoso al cual podemos aferrarnos para no sucumbir ante la penumbra del desaliento o el desasosiego. La vida es bella, disparatada y dolorosa, dice Montero, quizá por ello consiga conjugar en su novela, el sufrimiento y el absurdo, con la belleza y la risa.

domingo, 7 de junio de 2009

Ni héroes ni mártires: el ejercicio de contradecir



Arturo Castillo Alva afirmó en entrevista el domingo pasado que quien edite libros o revistas en Tampico es, cito, “un verdadero héroe”. Yo lo contradigo. Por principio de cuentas los proyectos editoriales en nuestra región no deberían entenderse como tarea exclusiva del estado, como Castillo Alva sustenta. Pensémoslo a fondo ¿de verdad será una buena idea que toda editorial o revista local esté a cargo de las instituciones culturales? ¿Será realmente apropiado depositar de manera unívoca en sus manos la decisión sobre quién merece ser publicado y quién no?

Coincido con muchos escritores y editores de diversas entidades de nuestro país cuya noción de editorial o revista independiente está menos glorificada y más acorde a un enfoque autogestivo de promoción cultural. Es por ello que me uno a la celebración de los meritorios esfuerzos de las editoriales Café Cultura y Voces de Barlovento, así como de las revistas Saloma, Síntoma y Anábasis. Vale la pena acotar que estas editoriales han sido financiadas por reconocidas promotoras culturales del puerto: Amparo González Berumen y Ana Elena Díaz Alejo, respectivamente. También debo decir que fue Saloma, revista en la que trabajé más de dos años, el lugar donde pasé por el más riguroso proceso de entrenamiento editorial. Ahí fui testigo y partícipe del placer de emprender la ardua, pero indudablemente gozosa travesía editorial, esa aventura que quizá sólo quienes hayan estado involucrados saben aquilatar a pesar de las tantas e inevitables vicisitudes. De Síntoma y Anábasis, ambas iniciativas ciudadanas, hay que señalar que la primera estuvo becada por el estado y la segunda por el municipio.

Forjar una editorial o una revista independiente en Tampico no es labor de héroes ni de mártires. Evidentemente un compromiso editorial demanda dedicación, oficio, disciplina. Pero qué actividad, qué proyecto, qué empresa cultural o no, que se desee realizar a cabalidad, no exige rigor si se desea alcanzar el éxito, la calidad. Lo digo así: se requiere oficio y disciplina, no sacrificio ni autoflagelación, porque cuando uno disfruta la acción de editar y de publicar, todo brío es poco, si al final en nuestras manos el libro, la revista, su olor a nuevo, a tinta, la palabra impresa. Se requiere, si se desea obtener recursos del gobierno, solicitar una beca municipal, estatal o nacional (no olvidemos que El Bagre, de Gastón Alejandro Martínez tuvo la beca Edmundo Valadés del FONCA).

En cuanto a las editoriales independientes ¿por qué no aprendemos a hacer libros con nuestras propias manos? Acabo de estar en Tijuana y Mexicali y conozco al menos dos proyectos de libros que se editan en la casa de los escritores: ahí se diseña, se imprime, se corta, se ensambla, se pega y quedan unos libros fabulosos, algunos incluso interdisciplinarios, intervenidos. Así que ¿por qué no simplemente dejamos de quejarnos y nos ponemos a trabajar? Digo, si es que de verdad nos importa que haya proyectos editoriales en Tampico.